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15 x 23 cm.

640 páginas


"La Campaña al Desierto" orquestada por el General Julio A. Roca desde enero de 1878 hasta 1883, reúne en cuatro palabras la necesidad de plantear aclaraciones. Las primeras versiones del cruel episodio castrense sobre poblaciones preexistentes debilitadas durante el año 1878, fueron acompañadas de críticas sobre el momento en que se realizó el segundo avance, el gasto sideral -negociados de proveedores del Estado por medio-, en armas y equipamiento de miles de hombres con escasa experiencia. Una guerra sucia del estado sin discriminar el impacto en hombres, niños, mujeres y ancianos, es una de las heridas sin cicatrizar. Las víctimas de aquella campaña no tuvieron la opción, que hubiese ahorrado muertes y fondos al Estado, de asentarse en rincones de territorios alejados de un país despoblado. Los engaños con entregas de víveres y vicios a las parcialidades que se acercaran a los destacamentos, fueron moneda corriente, incluso en el avance sobre Patagonia desde 1881.

La celeridad del general Roca para iniciar la marcha al sur, resulta imposible de separar de su política. Con el tranco de los primeros caballos se lanzó su campaña presidencial, objetivo que lo desvelaba desde la muertes del Ministro de Guerra y el ocaso de un Avellaneda que había puesto demasiadas fichas y presupuesto en Alsina para hacer una zanja de 600 kilómetros. La elección de 1880 no podía escaparse de sus manos. Los periódicos y revistas de la época, las memorias de naturalistas y militares, los informes al Congreso enviados por Alsina y luego Roca, a lo que se suman los telegramas diarios del corresponsal de guerra Remigio Lumpo y las imágenes fotográficas, son ventanas que nos permiten observar aspectos poco tratados de un episodio bisagra de nuestra historia que se saltea o ignora en los programas de enseñanza.

HUELLAS DE TINTA Y SANGRE de Marcelino Irianni

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15 x 23 cm.

640 páginas


"La Campaña al Desierto" orquestada por el General Julio A. Roca desde enero de 1878 hasta 1883, reúne en cuatro palabras la necesidad de plantear aclaraciones. Las primeras versiones del cruel episodio castrense sobre poblaciones preexistentes debilitadas durante el año 1878, fueron acompañadas de críticas sobre el momento en que se realizó el segundo avance, el gasto sideral -negociados de proveedores del Estado por medio-, en armas y equipamiento de miles de hombres con escasa experiencia. Una guerra sucia del estado sin discriminar el impacto en hombres, niños, mujeres y ancianos, es una de las heridas sin cicatrizar. Las víctimas de aquella campaña no tuvieron la opción, que hubiese ahorrado muertes y fondos al Estado, de asentarse en rincones de territorios alejados de un país despoblado. Los engaños con entregas de víveres y vicios a las parcialidades que se acercaran a los destacamentos, fueron moneda corriente, incluso en el avance sobre Patagonia desde 1881.

La celeridad del general Roca para iniciar la marcha al sur, resulta imposible de separar de su política. Con el tranco de los primeros caballos se lanzó su campaña presidencial, objetivo que lo desvelaba desde la muertes del Ministro de Guerra y el ocaso de un Avellaneda que había puesto demasiadas fichas y presupuesto en Alsina para hacer una zanja de 600 kilómetros. La elección de 1880 no podía escaparse de sus manos. Los periódicos y revistas de la época, las memorias de naturalistas y militares, los informes al Congreso enviados por Alsina y luego Roca, a lo que se suman los telegramas diarios del corresponsal de guerra Remigio Lumpo y las imágenes fotográficas, son ventanas que nos permiten observar aspectos poco tratados de un episodio bisagra de nuestra historia que se saltea o ignora en los programas de enseñanza.

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